En nuestro día a día y a lo largo de los años nos relacionamos con infinidad de personas. Compañeros de estudios, compañeros de trabajo, familia, amigos de toda la vida, nuevos amigos, gente "conocida"... Es revelador ver cómo interactuamos unos con otros, en qué medida la gente forma parte de tu vida o no, cómo podemos hacer daño a gente que queremos o podemos ser de gran bendición con pequeños detalles. Alguien muy cercano a mi dice que "no ofende quien quiere, sino quien puede" y aunque tiene razón opino que el amor, entre otras cosas, también se demuestra con hechos.
Hay momentos en la vida en los que te sorprende el comportamiento de los que tienes a tu alrededor, tanto para bien como para mal. Supongo que de la gente más cercana y más querida es de quien uno más espera... por eso son quienes más te decepcionan. Y sin embargo gente de la que no esperas nada es de quienes recibes los detalles más bonitos, tal vez porque no te los esperas. Por eso te encuentras con que en momentos relevantes de tu vida son meros compañeros de trabajo los que se preocupan por ti, o una persona a la que hace años que no ves te va a visitar al hospital, o la novia de un amigo es la primera en llamar para preocuparse por tu salud y te llaman unos amigos de tus suegros a los que sólo has visto el día de tu boda.
Mientras tanto, cuestionas verdaderamente lo importante que eres para para personas de tu familia, o que consideras como de la familia, o para ciertas personas que creías que eran tus amigos... porque ellos traicionan tu confianza, no están a la altura de tus expectativas, o simplemente "desaparecen" de tu vida.
Es obvio que ninguno somos perfectos y que todos tenemos las dos caras de la moneda: somos dañados por otras personas, pero nosotros también hacemos daño. Sé que en esta vida habré hecho daño a muchísima gente con mi forma de ser y de comportarme (incluso de forma inconsciente), pero parece que cuando uno más quiere eliminar una de las caras de la moneda (la de hacer daño) está más presente la otra.